Por Alfredo Hernández
¿Cuándo comenzaron los despojos?
En nuestra ciudad y prácticamente en todo el municipio, han existido etapas que por motivos diversos se facilitaron las expropiaciones, apropiaciones y despojos de tierras, conforme a la inacción de indolentes y débiles gobiernos locales, así de una población que lamentablemente no actuó con firmeza consistente ante los desafíos supremacistas que le ha planteado injustamente el poder central a lo largo de muchas décadas.
Hacia 1823 con la llegada de Juan Álvarez Hurtado y su batallón La Constancia, se inicia la salida de los españoles que habían regresado después de que Morelos los había desterrado; se da paso a la repuebla para un nuevo Acapulco que, mantiene una estabilidad social con los soldados sobrevivientes de la guerra emancipadora de México.
Fue hasta 1911 cuando la amenaza de las hordas zapatistas que asolaban el estado de Guerrero,hizo huir por completo a toda la población de Chilpancingo hacia Acapulco; propició a su vez la salida de casi todas las empresas del comercio internacional que aquí se encontraban asentadas, por lo cual abandonaron absolutamente sus casas, bodegas y oficinas para jamás regresar. Con cambios insondables y nuevos pobladores, al paso del tiempo gradualmente se va recuperando la
estabilidad.
Más adelante, tras la inauguración en 1927 de la carretera federal 95 México-Acapulco, se empezó a generar la ambiciosa intención de individuos y de pequeños grupos de muchas partes del estado por asentarse en cualquier parte de la ciudad; un referente interesante de 1933 se tiene en la trivial revelación y poco consistente narrativa acompañada de un rústico mapa elaborados por Frank Petee, agregado del consulado de los Estados Unidos de América a sus conciudadanos, mencionando una especie de constante migración hormiga que gradualmente estaba afectando las posibilidades de un ordenado desarrollo urbano.
Para entonces, Petee mencionó como Squaters (despojadores) a quienes se estaban asentando en las partes altas de los barrios y en lugares de la parte baja en donde los gobiernos municipales les permitían construir pequeñas chozas sin documentos y muy alejados de orden urbanístico y territorial. Algo que parecía muy inocente y permitido por las propias autoridades, y no obstante el abrupto desequilibrio poblacional, todavía se mantuvo la estabilidad social, el orden y la seguridad.
Una vez llegados al año 1959 se produce una explosión poblacional con la invasión de los terrenos de la Barranca de la Laja, y poco después de una incontenible migración con individuos belicosos que se apropiaron de los terrenos de La Laja, propiedad de Manuel Suárez ante la dolosa publicación en el diario La Verdad de Guerrero de que pertenecían a la Federación.
Allí se inicia un permanente declive de la estabilidad social, se corrompe el orden y la seguridad de las personas y de sus bienes. Para esto habrá que decirse que antes de este fenómeno poblacional, la gente podía salir de su hogar y dejar abierta la puerta frontal, entonces no seregistraban robos, y la población gozaba de seguridad y de sus propias costumbres sociales y culturales.
Muy pronto se inició el desorden en las calles y permanentes agresiones de los recién arribados, tan fuertes y constantes que motivaran la terminación del Carnaval. Para esto, el uso de los típicos cascarones de huevo que contenían perfume, fueron sustituidos por orines para romperlos en la cabeza a las mujeres, grupos de individuos formaban filas denominada como “La Culebra” que corrían en zigzag entre la multitud golpeando a los hombres sin motivo alguno, y que se generaran batallas campales. Se acabó una festividad de más de dos siglos. Así el estado de cosas y administraciones municipales omisas, ya nadie quiso participar.
Esos mismos individuos intentaron en dos ocasiones tomar el palacio municipal colocando como
escudo humano a mujeres y niños por delante portando veladoras de cera en las manos. El
objetivo era tomar el gobierno municipal para convertirse en los señores de horca y cuchillo de
Acapulco; sus intenciones fueron frenadas a tiempo por elementos de la Secretaría de la Defensa
Nacional al mando del Mayor Joel Juárez Guzmán, ya que se hubiera desatado una gran tragedia
porque ya la población original estaba armada para contender, y en todas las azoteas de las casas
habían almacenado una gran cantidad de toda clase de proyectiles.
Fueron contenidos, pero no terminaron de pelear permanentemente enviando grupos de
golpeadores a los barrios. Introdujeron gradualmente el uso de la marihuana y formaron sus cotos
de poder en cantinas, cabarets y casas de citas. Todo esto no lo supo o quizás no lo quiso narrar
en su obra descriptiva de nuestros muchos males sociales el escritor Ricardo Garibay.
El reparto de la tierra
Habría que cuestionar por qué los antiguos acapulqueños jamás pudieron disponer para su
bienestar de un crecimiento natural de la ciudad, y por qué quedaron confinados a un pequeño
espacio geográfico, que quizás no sea mayor al 5 por ciento de la actual ciudad al que ahora se le
llama el Centro Histórico, delimitado por el casco original de la ciudad y sus barrios, que
galanamente llaman como “Barrios Históricos”, pero que muy bien se les podría denominar con
justa razón como los “Sufridos barrios pobres”, debido a la desatención y negación de cumplidos
servicios públicos que se les hubiera podido otorgar durante décadas por gobiernos de todos los
tamaños.
Comienza el gran reparto con un Decreto Presidencial de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, para
la entrega de toda la lengua de tierra que conforma el actual Fraccionamiento Las Playas al alemán
Henry Weiss, nacionalizado como norteamericano con el propósito de formar una hacienda para
posteriormente construir un muelle para barcos de navegación de altura en la Playa Larga, esa
misma que Humboldt mencionó en su estudio como Ensenada Santa Lucía.
Años más tarde, y de alguna manera que nadie supo en su momento, llega a Acapulco el vago
neoyorkino de origen alemán, Wolfang Schoenborg, deambula por las playas y por la ciudad sin
zapatos y con un paliacate de color rojo amarrado al cuello, misteriosamente constituye la famosa
FASA (Fraccionadora de Acapulco, S.A.) y sorprendentemente se convierte en propietario de la
extensión más grande de terreno de la ciudad a través de una adquisición fantasma legalizada por
un Notario Público de Veracruz, y convalidada por testaferros de Acapulco, quienes a su vez se
convirtieron en poderosos empresarios.
De propia voz de ese alemán se supo entonces que carecía de capital propio, establece una oficina
en una casa en la mera Plaza Álvarez, urbaniza, fracciona y viaja a Europa y Estados Unidos para
vender los lotes del Fraccionamiento Las Playas a precios altos. La mayoría de los compradores
jamás estuvieron aquí, razón por la cual los predios quedaron abandonados, siendo objeto
posterior de reventa ilegal por la propia fraccfionadora, así como de apropiaciones por parte deindividuos llegados de muchas partes. También de allí surgieron nuevos avecindados que en la
función de corredores inmobiliarios formaron grandes fortunas, tanto como Notarios Públicos
que forjaron excelentes caudales monetarios a costa de la legalidad y en detrimento de Acapulco
y de su pueblo.
Otro beneficiado fue José Yves Limantour Marquet, secretario plenipotenciario de Porfirio Díaz,
quien se convirtió en propietario de La Mira, Potrerillo, Mozimba y de Balcones al Mar; esto,
desde un poco antes del Fraccionamiento Marbella hasta lindar con el ejido de Pie de la Cuesta.
Como tampoco realizó actos posesorios, ni obra alguna, diversos personajes se fueron apropiando
de esos predios, dando lugar al nacimiento de varias colonias y de las tres secciones del
Fraccionamiento El Jardín.
Prosigue el reparto con la expropiación de una gran parte de la franja de playa que se conocía
como “Las huertas de Acapulco”, receptoras de las palmas de cocotero traídas por los galeones
durante la época colonial, para ser, además, la simiente de todas las plantaciones de éstas en las
costas de Guerrero. En los hechos, se registra el primer fraccionamiento no popular con el nombre
de Hornos.
Expropiación otorgada por medio de un decreto federal a. Juan Andrew Almazán, como uno de
los premios de consolación por no generar una nueva revolución interna al aceptar su derrota en
las elecciones federales por la presidencia de la república, Una expropiación refrendada por quien
fuera su compañero de armas, ambos desertores del ejército federal al ingresar a las fuerzas
zapatistas, pero atraídos posteriormente a la milicia, y en ese momento gobernador del estado,
Adrián Castrejón Castrejón.
Viene adelante lo que se ha proclamado como el “Acapulco Moderno”, con la inauguración de la
avenida costera, con la previa distribución de grandes extensiones de terreno a fieles servidores y
amigos del alemanismo para formar los fraccionamientos Mozimba, Hogar Moderno, Potrerillo,
Palma Sola, Alto Progreso, La Mira, Magallanes, Condesa, Club Deportivo, Costa Azul, Cumbres
de Llano Largo, Las Brisas, Punta Bruja y Granjas del Marqués. Nada más.
¿Qué espacios quedaron entonces como perspectiva viable para el crecimiento
demográfico y el desarrollo de negocios de los pobladores más antiguos?
Se ordena crear la Junta Federal de Mejoras Materiales (JFMM) con el propósito básico de
constituir el Fraccionamiento El Progreso, para acallar las protestas del pueblo por quitarle sus
huertas y playas, partes de sociabilidad, festejo y esparcimiento. De las otras grandes extensiones
de terreno, quizás ni supieron, Se expropia entonces la inexistente Hacienda El Placer para darle
forma y legitimidad al hecho. Por esa época se le llamaba El Placer a un conjunto de viviendasasentadas al inicio de la carretera México-Acapulco, justo después del Río Grande, punto en
donde se ubicaban los antros y las viviendas de sexoservidoras.
Aunque el Fraccionamiento Hornos y El Progreso fueron construidos por la respetable JFMM
¿Habrán percibido los actuales habitantes que las calles de ambos no coinciden o no entroncan
en el terreno físico? Mucho se especuló al respecto, de allí que surgiera la teoría de que no querían
que se mezclaran los habitantes de El Progreso con los potentados del Fraccionamiento Hornos.
¿Cómo pues puede entenderse la identidad de la actual mayoría poblacional?
Los ahora muy escasos, y más antiguos acapulqueños, todavía se pueden reconocer
marginalmente, pero las migraciones definieron que la superposición de capas poblacionales no
tengan homogeneidad social, coincidencias en un posible pero lejano desarrollo real, se perdieron
las costumbres, las tradiciones y el respeto, todo ello al limitarse la proximidad social y los
festejos; fueron causas fundamentales de que no exista solidaridad, ni cohesión política saludable,
y que aquellos que se encuentran fuera de lo permisible, como son los precaristas, los
comerciantes informales y otros más que operan abiertamente en la ilegalidad sean ahora los que
nos gobiernan a su antojo, pero carecen de identidad. Gracias Oaxaca.
El enigma de la identidad
Acapulco, considerado durante décadas como uno de los destinos turísticos más emblemáticos de
México y de América Latina, enfrenta hoy una profunda crisis vinculada con la conservación de
su patrimonio cultural y natural. El crecimiento urbano desordenado, los procesos de gentrificación
y la apropiación de tierras por actores políticos y económicos han configurado un escenario de
tensiones que dislocaron la identidad histórica de la ciudad como la sostenibilidad de su entorno
ecológico. En este sentido, la discusión en torno al Jardín del Puerto, y en general, al patrimonio
social de Acapulco trasciende lo meramente arquitectónico o paisajístico y se inscribe en un debate
más amplio sobre justicia social, gobernanza territorial y desarrollo sostenible.
Por lo expuesto, se puede distinguir que el crecimiento de Acapulco persiguió, desde mediados del
siglo XIX, una dinámica de urbanización desregulada. La ausencia de políticas de desarrollo
urbano y la débil capacidad de gestión municipal propiciaron la ocupación irregular del suelo, la
degradación de ecosistemas costeros y selváticos, y la insuficiencia de servicios públicos
esenciales como agua potable, drenaje y recolección de residuos. Puede entonces afirmarse que, la
expansión no planificada, más allá de haberse convertido en un fenómeno coyuntural, constituye
un problema histórico que refleja la subordinación de los intereses ambientales y comunitarios
frente a los intereses políticos cortoplacistas.
Dinámicas de exclusión, gentrificación y pérdida de identidad
Conforme a lo expuesto, se operan en consecuencia procesos de inversión turística y de desarrollo
inmobiliario de lujo que impulsaron el fenómeno de gentrificación en diversas zonas de Acapulco.
Este proceso, caracterizado por el encarecimiento del suelo en nuevas zonas habitacionales, así de
la sustitución posible de comunidades tradicionales como resultado del crecimiento poblacional
por nuevos residentes de alto poder adquisitivo, condujo a un nuevo estado social, se erosionaron
las prácticas culturales comunitarias y en alguna medida se propició la expulsión de familias
locales
Bajo este contexto, la gentrificación no se limitó a un reordenamiento espacial, sino que produjo
un impacto directo en la configuración social y simbólica de la ciudad. La pérdida de referentesculturales, la apropiación de espacios de la colectividad y la creciente desigualdad socioeconómica
profundizaron la exclusión de la mayoría poblacional antigua, quienes vieron limitado su acceso a
los beneficios del desarrollo turístico. Esto no lo dicen los “Turismólogos”, y menos los turisteros,
muestra palpable que oscilan en el ayuno de conocimientos del pasado.
Durante muchas décadas se ha padecido la disputa por la tierra, una cuestión totalmente política.
Históricamente, las prácticas de despojo, corrupción y clientelismo han permitido la apropiación
de predios yacentes de la ciudad, terrenos comunales, ejidales o de alto valor ecológico por parte
de actores gubernamentales y élites económicas, en todos los casos con la complicidad de las
instituciones de los tres niveles de gobierno a quienes compete el orden jurídico, la regulación y
el control consecuente.
Por otra parte, la falta de transparencia en los procesos de regularización de la tenencia de la tierra,
así como la debilidad de los mecanismos de rendición de cuentas, generaron un sentimiento social
de injusticia y desconfianza hacia las autoridades. Este fenómeno refleja la persistencia de
estructuras de poder centralistas que privilegiaron la especulación inmobiliaria sobre los derechos
colectivos y la protección del patrimonio común de los porteños.
De esta suerte es que, la lucha por el patrimonio territorial debe ubicarse por múltiples razones
como un conflicto entre conservación y desarrollo, un desafío estructural que implica repensar los
modelos de ciudad, turismo y gobernanza. Asegurar la sostenibilidad ambiental, la inclusión social
y la preservación cultural; además, exige la obligatoria colaboración de los distintos niveles de
gobierno, la sociedad civil y la academia, ya que solamente bajo un enfoque integral y participativo
será posible garantizar que lo que pueda entenderse todavía como patrimonio cultural y natural de
Acapulco se conserve como legado para las generaciones del futuro. Es cuanto.





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